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No todo es color de rosa...

Uno se mal acostumbra a veces. Luego de las visitas a las mini cervecerías en Beroun y Chýně, donde tomé unas cervezas de la ostia, esperaba algo parecido de mi visita al Pivovar U Bezoušků, en Prúhonice.
De los tres lugares que visité, éste es el más facil de llegar. Si bien Prúhonice no forma parte de Praga, es, a todos los efectos un barrio más de la capital. Así que hay varios autobuses que salen de la estación de metro Opatov (una de las zonas más feas de Praga), y en menos de quince minutos lo dejan a uno en Květnové náměstí (Plaza de Mayo; no, acá no hay ni madres, ni pirámides ni piqueteros) y frente al pivovar-restaurace.

U Bezoušků es un edificio bastante lindo, con un amplio jardín-patio. Decidí, sin embargo ir al salón, no había nadie en el jardín y me imaginé que iba a tener que esperar hasta el día siguiente para que venga el camarero.
Cuando uno entra se encuentra, como es de esperarse, con el bar, ahí al lado está el comedor con una decoración tradicional a primera vista, pero que cuando uno se pone a mirar con más atención, ve que todos esos cachivaches están ordenados y organizados como piezas de museo, con sus respectivas plaquetas informativas. Arriba de donde terminan los paneles de madera que cubren gran parte de las paredes, se pueden ver unas pinturas que describen el proceso de elaboración de la cerveza como si fuese un vía crucis en una iglesia, muy lindo. Como es común en las microcervecerías-restaurant el salón está dominado por los alambiques de cobre.
Pero me fui hasta ahí a probar la cerveza y no a admirar la decoración. Debo decir que terminé un poco decepcionado. Había tres en el menú ese día: Pantátova 10°, Malvaz 12°, Bizon 16°. No tengo mucho para decir de ninguna de las tres, de hecho, me parecio que tomaba la misma cerveza, pero más fuerte y un poquito más oscura. Mientras que la desítka de Chýně es una cerveza con un montón de carácter, la pantátova es como tomar una desítka en cualquier otra hospoda del país. La Malvaz mejora un poco, el sabor y el aroma son más intensos, pero tiene las mismas notas que su hermana menor. Tenía mi fé puesta en la Bizon, pero me falló. El sabor sí es intenso, pero se siente demasiado el alcohol para mi gusto. Todo por un precio más alto que el que a uno le cobran en los otros dos minipivovary que visité.

Para comer me fui a lo básico y pedí el guláš que ofrecían en el menú del mediodía, y la verdad que me gustó mucho, aunque los knedlíky no eran caseros, sino de fábrica.
Cabe darle una mención importante al servicio. Llegué temprano y casi no había nadie en el lugar, lo cual a veces es un problema porque los camareros están medio lentos si la hospoda está vacía. Éste muchacho vino rápido, volvió rápido con la cerveza y el guláš y se materializaba como si tuviese un sexto sentido cada vez que alguien terminaba su cerveza. Ahora, lo que me causó muy buena impresión fue cuando, al terminar mi Malvaz 12°, me preguntó si quería ješté jedno, agregando si lo que quería era la Bizon, que, claro, era justo lo que estaba pensando.
Para hacerla corta, a menos que uno esté por el barrio, no recomendaría irse hasta Prúhonice para visitar Pivovar U Bezoušků. Mejor visitar los otros dos, o Pivovarský Dum en el centro de Praga.

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