Sería mentira decir que oír el despertador a una hora tan inhumana un sábado a la mañana le causó placer, no lo hizo – a menos que una cruza entre un gemido y un gruñido pueda ser considerado una expresión de alegría en ciertas culturas. Esto tampoco significa que le molestó levantarse tan temprano. Era algo que había estado planeando hacía varias semanas, por fin, con su amigo, irían a esa nueva cervecería artesanal que tenía a todo el mundo enloquecido. Tampoco le importaba que llegar hasta ahí sea tan complicado: un tren de los lecheros, después un autobús y luego un par de kilómetros a pie. Pensaba que sería parte de la diversión, parte de la experiencia, parte de lo que hacía que esa cervecería sea tan especial – estar en medio de la nada, a donde sólo los más devotos estarían dispuestos a ir; o al menos eso creía. Esta diminuta cervecería artesanal había abierto un par de meses atrás, sin anunciarlo en ningún lado. Sólo había una página de FB con el rústico logo de la cervec
Una exploración de la más divina de las bebidas