Ayer pasé todo el día en Pilsen, por trabajo. Y una de las asignaturas que tuve fue ir a comer y beber a Na Spilce , el restaurante en la fábrica de Pilsner Urquell (lo mío es un sacerdocio, ya sé). El lugar estaba lleno, o mejor dicho, las mesas que no tenían reserva*, estaban todas tomadas, así que tuve que esperar un rato. Eventualmente, una se liberó y justo después de que me hayan dado la carta, un tipo vino y preguntó si se podía sentar. Empezamos la habitual conversación casual (me encanta el término inglés “small talk”) y al tipo este no le tomo más que un par de palabras darse cuenta que soy extranjero, a lo cual le sigue la casi obligatoria pregunta “odkud jsi/jste” (¿de dónde sos/es?). Ya he perdido la cuenta de las veces que mi nacionalidad ha servido para romper el hielo, y esta no fue una excepción. Nos pusimos a hablar de lo que me había traído a la República Checa (la birra y las minas, por supuesto), qué es lo que estaba haciendo en ese restaurante, nuestros trab...
Una exploración de la más divina de las bebidas