El cole de mi hija tuvo el otro sábado la fiesta de fin de ciclo lectivo en la que cada grado presenta una pequeña obra de teatro. Luego de haber cumplido, feliz y orgullosamente, con mis deberes paternales, no quería pasar el resto del día encerrado en el edificio de la escuela y decidí irme durante el primer descanso. Mi mujer y mi hija tenían ganas de quedarse así que iba tener que volver a casa por mis propios medios. Podría haber llegado al autobús sin demasiado problema, pero era alrededor del mediodía y me estaba muriendo de hambre. No tenía ganas de comida rápida y el barrio de la escuela de mi hija no se destaca por la abundancia y calidad de su oferta gastronómica. El lugar más cercano en donde se me ocurrió podría sentarme a comer como Dios manda era Hostinec Nad Šarkou , hogar de Libocký Pivovar . El menú del día era justo lo que necesitaba: morfi checo de bolichón sin pretensiones ni sofisticaciones. Pedí un telecí řízek s bramborovým salátem y me trajeron una porción...
Una exploración de la más divina de las bebidas