El otro día fui a la inauguración oficial de Břevnovský Pivovar en el monasterio del mismo nombre. Lindo evento, la verdad, con el Prior del monasterio bendiciendo a la cervecería y, por supuesto, a las cervezas, y algunos amigos que hicieron de la tarde algo todavía más ameno; hay pocos placeres en esta vida mayores que una charla amigable acompañada de excelentes cervezas, y las birras de Břevnov son de primerísimo nivel. Su světlý ležák, en mi opinión, está ya entre las mejores que se pueden tomar en este país. Es totalmente diferente a cualquiera que haya tomado antes. Está ese clásico, maravilloso, sexy cuerpo maltoso de una lager rubia checa de las buenas (bendita sea la decocción), pero esta está casi a reventar de notas de menta y algo que me recuerda a masticar una hoja de salvia, en el medio hay algo frutal que mi amigo Evan Rail describió como la parte del durazno que está al lado del carozo, aunque también podría describirse como un damasco no del todo maduro. Le da la
Una exploración de la más divina de las bebidas