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Mi evolución cervecera

Desde que tengo memoria que soy bebedor de cerveza. No, no es una hipérbole, es verdad. Cuando era chiquito mis viejos me dejaban darle sorbos a su cerveza (tradición que continuo con mi hija) o mezclar un poco en mi gaseosa gracias a que nuestro pediatra, muy sensatamente, les había asegurado que no había nada de malo en ello.

Por supuesto, para alguien de mi generación en Argentina, cerveza significaba Quilmes. De hecho, fue Cervecerías y Malterías Quilmes la empresa que logró que los argentinos empiecen a tomar cerveza por medio de una brillante campaña de marketing que comenzaron a principios de los 80, si mal no me acuerdo, de la cual salió quizás el mejor slogan que ha existido para una marca de cerveza “El Sabor del Encuentro”. Pero más allá de eso, la realidad es que la Quilmes Cristal me gustaba, y mucho. Recuerdo con cierta nostalgia las Quilmes que tomábamos con mis amigotes en la pizzería Mandiyú II o las botellas de litro que hacíamos circular sentados en la vereda después de haber jugado al basket toda la tarde de un sábado o domingo (éramos muy refinados entonces). Y también me gustaban mucho Palermo e Imperial. Pero incluso cuando bajaba galones de Quilmes tampoco tomaba cualquier cosa. Brahma Chopp o Biekert Gold, por ejemplo, nunca me gustaron (la primera, de hecho, siempre me pareció una mierda). Por otro lado, ya tenía una cierta debilidad por las cervezas oscuras, con las Bock de Quilmes y, curiosamente, Brahma entre mis favoritas (y recuerdo que la publicidad de esta última era excelente).

A principios de la década del 90 empezaron a aparecer en negocios del centro de Buenos Aires y en algunas estaciones de servicio cervezas importadas, en su mayoría en lata, de Alemania, Holanda y USA, entre otros países. Rápidamente me convertí en un ávido consumidor de ellas. Siempre estaba en búsqueda de una nueva, pero recuerdo que tenía a las alemanas y a Carlsberg entre mis favoritas.

Como todo buen argentino de clase media en esa década, aproveché el dólar barato (que eventualmente arruinaría nuestra economía) para ir a ver un poco el mundo. Tal como me había acostumbrado a hacer las arriba mencionadas cervezas importadas, en cada país que visitaba intentaba tomar tantas marcas diferentes como me fuese posible. De las muchas que cayeron en mi buche, las que más se grabaron en mi memoria fueron Monteith's en Nueva Zelanda (1996), Toohey's Old y Castlemaine XXXX Bitter, en Australia (1999) y Jever y Salvator en Alemania (1999-2000) a las cuales cabe sumar Guinness, pero ya de vuelta en Buenos Aires, en donde Pubs pseudoirlandeses la servían de barril. Me gustaba mucho ir los domingos a la tarde a Kilkenny, en Retiro, a tomarme un par de pintas (de 0,4l !?) mientras leía un libro y escuchaba música. Era casi el único parroquiano a esas horas y el personal me trataba muy bien. Fue allí donde le tomé el gusto al pequeño gran placer de sentarse a tomar solo en un pub tranquilo (algo que sigo disfrutando hasta estos días).

Sin embargo, ninguna de estas cervezas fue tan significativa en esta historia como Isenbeck. Empezó a ser elaborada bajo licencia en Argentina a mediados de la década y se presentó con una campaña fuertemente apoyada en la Ley de Pureza y sus tres ingredientes, y ya sea por el marketing o por su verdadera calidad o por una combinación de ambos, pero ya desde el principio me pareció muy superior a Quilmes (de hecho, para fines de la década, Quilmes ya no me gustaba, aunque la tomaba si noy había otra alternativa o estaba de visita en casa de alguien). Hoy día me puede parecer irrisorio pensar que una tergiversada reliquia legislativa del siglo 16 pueda ser de algún modo una garantía de calidad, pero la verdad es que con ese recurso discursivo Isenbeck fue la primera cerveza que, al menos de manera superficial, me hizo pensar en lo que estaba tomando.

Claro que esta también fue la época en la que pensaba que la graduación alcohólica era directamente proporcional a la calidad, que la cerveza de trigo era repugnante y otras cosas por el estilo.

Mi primer contacto con la cerveza checa fue en 1998, en un vuelo de Aeroflot a Moscú en donde me sirvieron Pilsner Urquell de lata. ¡Me encantó! Más tarde ese año, durante una estadía navideña con amigos en Viena, tuve oportunidad también de probar Budvar y Gambrinus, que me parecieron mejores que las lagers locales. Pero Urquell era para mí la mejor y tuve la suerte de poder tomarla bastante a menudo en Buenos Aires. Un pub “irlandés” cerca de casa la vendía en botellas de 0,5l a $5 cada una, con una oferta de 2x1 entre las 15 y las 18. Siempre iba a tomarme un par antes de ir a dar mis clases vespertinas en Berlitz (algo que me sigue gustando hacer hoy día, sin Berlitz, por lo general con otra cerveza, y sin importar la hora que sea la clase).

Para cuando llegué como turista a Praga en los últimos días de 2001, Pilsner Urquell era para mí la mejor cerveza del mundo, sin ninguna discusión. Recuerdo la impresión que me llevé en el primer restaurante que visité la noche que llegué a la ciudad. Sklep, en Seifertová. Abrí el menú y vi que medio litro de Urquell costaba 20CZK (en ese entonces alrededor de 0,6USD), mientras que 0,3l de Coca-Cola costaban 23CZK. Estaba en el paraíso (algo que se vio reafirmado cuando en la calle me encontré con las chicas checas, pero eso es otra cosa).

Me mudé a la República Checa en mayo de 2002 convencido que todas las cervezas checas eran excelentes y que nadie hacía mejor cerveza que los checos. No tardé demasiado en comprobar que lo primero no era del todo correcto y más tarde me daría cuenta que la idea de que existe una “mejor cerveza del mundo” es una huevada. Sea lo que sea, tomaba varios litros de cerveza al día con Gambrinus y Staropramen comprendiendo la mayor parte de ese considerable consumo.

2005 fue mi año epifánico. Descubrí Svijany, que me partió la cabeza y empecé a trabajar con un cliente cuyas oficinas estaban a lado de Pivní Galerie, y unos meses más tarde me crucé de casualidad con Pivovarský Klub. Fue entonces cuando empecé en serio a prestarle atención a lo que tenía en el vaso para poder encontrar las diferencias, a veces sutiles, que cada cerveza presentaba y pesar de que sabía poco y nada de procesos (apenas si había logrado entender la diferencia entre “Ale” y “Lager”), y ni hablar de estilos (¿Indian Pale Ale? ¿Imperial Stout? ¿qué mierda es eso?), ya era capaz de disfrutar y entusiasmarme con los matices que iba descubriendo en cada cerveza nueva que tomaba.

Todavía no sabía demasiado del tema cuando empecé con el blog en 2007. De hecho, al principio la cerveza era un tema más junto con comida, restaurantes y cierta información turística. Con el tiempo, la importancia de la cerveza fue creciendo y para cuando lancé la versión en inglés en enero de 2008 este ya era un blog 100% cervecero.

La naturaleza misma de la plataforma, que fomenta el intercambio de información y enlaces, junto con la gente que de a poco empecé a conocer, me animaron a investigar más sobre los por qués de todas esas diferencias, lo cual, a su vez, me empujó a seguir explorando y descubriendo. El blog, en cierto modo, sirvió de bitácora de ese viaje que todavía me apasiona.

Estos eran los días del inicio del boom de los multigrifo, cuando había que probar absolutamente todo lo nuevo, que seguramente sería excelente, y por supuesto, tomar las correspondientes notas de cata de cada una de esas cervezas. Entonces creía que las macromultinacionales eran entes maléficos que hacían cervezas de mediocres a malas para poder llenarle los bolsillos a sus accionistas y me costaba entender por qué había gente que seguía tomando Staropramen o Gambrinus ¿eran tarados o qué? Gracias a las diosas por las “artesanales”, su nobleza, su innovación, su pasión y su amor por nosotros, los consumidores de verdadera cerveza. En fin.

¿Y hoy?

Ya no insisto con que lo que está en el vaso es lo único importante. Sigue siendo, y por lejos, lo más importante, pero me he dado cuenta de que hay factores que van a influir en la manera en que lo apreciamos, mientras que hay otros que deberían ser tomados más en cuenta a la hora de evaluar una cerveza.

Todavía me gusta probar cervezas nuevas, pero ya no de manera tan indiscriminada. Le doy prioridad a elaboradores con buen currículum o referencias o que llegan de la mano de recomendaciones y, a menos que sea por trabajo, ya prácticamente dejé de tomar notas de cata.

Dejé de dudar de la capacidad intelectual de los consumidores de ciertas marcas ya que, mal que le pese a algunos, la gente toma lo que toma por costumbre y porque le gusta, al menos lo suficiente como para justificar el gasto. De hecho, bajo ciertas circunstancias, yo también soy capaz de disfrutar uno o dos vasos de Gambáč u otras cervezas equivalentes.

Me he dado cuenta también que las micros o artesanales o como quieran llamarse son empresas comerciales que, como cualquier otra empresa comercial, tienen como principal objetivo generar beneficios a sus dueños, quienes quieren que les demos nuestro dinero a cambio de sus productos. Productos, que dicho sea de paso, pueden ir de lo excelente a lo espantoso. Las motivaciones, la pasión y el amor por la cerveza que estas personas puedan o no tener no me significan una mierda si no son capaces de ofrecerme cervezas que yo quiera tomar, ya que desde el punto de vista del consumidor, no son mucho más que los eslóganes, campañas y rubias tetonas diseñadas para las macros por agencias de publicidad.

En otras palabras, en tanto la cerveza me guste, no me preocupo demasiado por quién la hizo, si fueron monjes reclusos, una empresa de capitales rusos con sede en Chipre, un brewpub de pueblo o una multinacional. No voy a decir que es irrelevante, no lo es, pero tampoco para mí tanta importancia, ya que después de todo los lugares en donde compro la gran mayoría de mis cervezas son también empresas pequeñas.

Es evidente que durante todo este tiempo mis gustos han cambiando y se han expandido (por ejemplo, hoy me encantan las cervezas de trigo) y, podría decirse, hasta refinado, más que nada debido a que soy un consumidor más cínico y selectivo, producto se estar mejor informado. Pero si dejamos esto a un lado, he llegado a la conclusión de que no soy muy diferente a lo que era hace unas décadas, sigo siendo un tipo al que, por sobre todas las cosas, le gusta tomar cerveza por el simple hecho de tomar cerveza.

¡Mierda que me agarró sed!

Na Zdraví!

Comentarios

  1. Muy sincero y verdadero como la vida misma!! Todos hemos empezado así... y seguimos bebiendo una rubia industrial de vez en cuando (menos Cruzcampo) porque nos sigue gustando tomarla con amigos en un bar, en una terraza, sin estar pendientes de los IBUS, de la fermentación... simplemente por el placer de beber una cerveza!!

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  2. Muy bueno! Me ha gustado mucho! Entretenido y ameno! Además, puede haber algunas diferencias, pero la conclusión, como dice Txema, es la misma! jejeje. Un saludo!

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  3. Muy buena entrada Max. Me he visto a mí mismo reflejado en muchas líneas, con países y cervezas distintos, pero con sensaciones y pensamientos similares. Me ha gustado este punto de voyeurismo sobre tu experiencia cervecera; me gusta conocer este tipo de detalles de los compañeros blogueros.

    En breve voy a preparar una réplica a tu entrada con mi experiencia; creo que es un ejercicio divertido de auto-exploración. Salud!

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  4. Gracias por estas mini-memorias, la verdad es que si analizamos la evolución de nuestros gustos el resultado es curioso. ¿Qué es lo que hizo que nos enganchara esto y no coleccionar sellos? Quien sabe, pero aquí estamos. Al principio cuando empiezas y eres más joven pruebas todo lo que puedes(y tienes disponible) sin mucho criterio e intentas disimular que en realidad no sabes nada. Cuando pasan los años, y después de muchas resacas, vacías casi sin querer la vejiga de los complejos. ¿De verdad puedo tener criterio propio?¿Si?. Hay una película sobre el rock americano de los setenta, en la un chico que quiere escribir sobre música pide consejo a un crítico profesional y éste le dice algo así como: “has de ser honesto, pero despiadado”. Dices que ahora eres más cínico, puede que sea inevitable. Es difícil no serlo cuando oyes cosas como que “esta cerveza es mejor porque está hecha aquí y por gente de aquí” y no sabes por qué una vez que la pruebas, empiezas a echar de menos las estanterías del supermercado. Un saludo

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  5. Sigo la línea de los compañeros arriba vertidas, muy buen post en el que me veo también reflejado. ¿Quien no ha empezado y, como bien dice Txema, no repite de tanto en tanto según se den las condiciones, bebiendo cualquier tipo de cerveza? Porque como dices: "me gusta tomar cerveza por el simple hecho de tomar cerveza". Gran frase, si señor! Saludos!

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  6. Buenísimo Max. Como siempre un placer leer tus notas. Saludos y espero poder conocerte en persona el día que vaya a visitar tus pagos, que son los de algunos de mis ancestros.

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  7. el mejor post de los ultimos meses... cantidad de experiencias taaaaan similares... inclusive la parte de gustos por la cerveza de trigo... que macana!!!

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  8. Me uno a los comentarios hechos, un post nostálgico y muy real.
    ¡Un saludo!

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  9. Hola

    Exelente , uno de las mejores entradas que he leido , ya te lo dije el blog me encanta y este resumen , la pucha muy groso.
    Mi evolucion cervecera ( tengo 43 anios) fue parecida a la tuya , con algunos matices diferentes menos viajes , pero al fin y al cabo similar.
    Mi asombro fue cuando vine a Francia ( 2001) y en el super vi tanta pero tanta marca diferente , dios se me rompio el bocho .
    Cuando fui a la Argentina en el 2009 tome alguna que otra quilmes con amigotes y me di cuanta que en esa ciscunstancia no cabia una antares imoerail stout , se entiende , primero que mis amigotes no lo entenderian y segundo que ahi se toma Q y de pico , jajajaja

    bueno che exelente tu nota me reencanto

    un saludo


    Omar

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  10. muy bueno!!!
    gonzalo estrada

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  11. Excepto lo de los viajes al extranjera, tu historia con la cerveza es bastante semejante a la mía. Lo que escribiste contiene un verdadero amor, devoción y fidelidad a esta bebida tan interesante y generosa. Saludos desde Posadas, Misiones.

    PD. Espero visitar Rep. Checa, Alemania Y Gran Bretaña en un tour cervecero antes que me muera (probablemente de alguna úlcera quizás, je je).

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