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Sobre Precios y una Compra Impulsiva

Allí estaba el otro día, acercándome al stand que Letající Chroust tenía en el mercado de productores de Jiřího z Poděbrad. Estaba del típico buen humor que se tiene después de haber tomado cinco birras acompañadas de una buena charla en el bar. Mi intención era tomar su Světlý Ležák (los checos creen que como tenemos dos piernas uno no debería tomar en números impares y yo no soy quien para desafiar la sabiduría popular). Mientras las chica en el stand la servía (buena birra, a propósito), me llamó la atención una botella de Černé Cucu, una Barley Wine con casis que Letající Chroust elaboró junto con Pivovar Zichovec, y le dije a la chica que me dé una.

Es posible que mi corazón se haya salteado medio latido cuando la chica me dijo el precio, 180 CZK, pero estaba del típico buen humor que se tiene después de haber tomado cinco birras acompañadas de una buena charla en el bar y me la llevé (a la botella, no la chica). Sin embargo, en el camino a casa, me preguntaba si no era demasiado por 0,75 litros de una cerveza de cabotaje.

Sé que últimamente me he estado quejando bastante de los precios, pero quiero dejar claro que no tengo nada contra las cervezas caras en sí. Entiendo que las cervecerías son emprendimientos comerciales que buscan maximizar su rentabilidad y que es innegable que Craft Pivo está de moda hoy día, y como los precios siempre van a ser tan altos como el mercado lo permita, los elaboradores (y los bares) están haciendo lo que es lógico, ver qué tanto está dispuesto el mercado a tolerar y difícilmente se los puede culpar; creo que haría lo mismo si estuviese en su posición.

Entonces, el precio no es el problema, sino el valor, un parámetro muy subjetivo. En mi caso, como no soy ni friki ni cazador de novedades, la cerveza, la bebida, tiene que ser capaz de defender por sí misma el precio, y cuanto más alto este sea, más complicado lo va a tener. Hay otro factor que también tomo en cuenta: qué más puedo comprar por la misma plata. Para ponerlo en perspectiva, por 180 CZK puedo comprar 7 botellas de Pardubický Porter, 3,5 litros de una gran cerveza de similar contenido alcohólico, y he tomado algunos vinos checos muy buenos en el mismo rango de precios. La cuestión es que a menudo con las cervezas caras (o con cervezas cuyos precios son más altos de lo que correspondería a lo sus costos de producción relativos, como la Kellerpils en Továrna) siento que no estoy obteniendo el suficiente valor a cambio de mi dinero y les he tomado desconfianza.
¿Pero qué onda con la Černé Cucu? Desde ya, el ingrediente no convencional me chupa un huevo. Incluso si me demostrasen que el impacto del casis en los costos fue tal que la cerveza no podría haberse vendido por menos, no me importaría ya que eso no tiene efecto alguno en el valor de mi tiempo y dinero; y por ese dinero la cerveza tiene que ser de reputísima madre para no decepcionar. Equipado con jarro de cerámica remojado en agua fría y con buena música, me senté a buscar la respuesta de la única manera posible.

Además de que el color parecía ser caoba mientras la servía y que la espuma es compacta y de un ligerísimo tono tostado, no hay mucho que les pueda decir del aspecto de la cerveza. Tampoco tengo mucho que decir del aroma, solo que de alguna manera me hizo acordar a Manzanilla o algún vino blanco añejado en barrica, pero tampoco lo tomen al pie de la letra. El casis está bien al frente y es evidente que no se usaron jarabes o extractos. La acidez de las bayas por momentos amenaza con volverse agria y descajetar todo, pero por suerte descansan en el amplio seno casi maternal de una Barley Wine hecha y derecha, que con poco esfuerzo se las arregla para mantener la cosa bajo control. El final es largo, me trae recuerdos de más de un buen vino tinto joven que he tomado, y deja un retrogusto que llama a volver a levantar el vaso (o en mi caso, el jarro); sin embargo, no te sentís obligado a tomar a trago limpio; la cerveza base tiene la textura de sentarse en una mecedora al lado de un fuego, no hay apuro. Es un contraste notable que mantiene un equilibrio precario, casi se espera que todo se venga abajo con cada trago – el casis escapando de los brazos de la matrona – que hace que tomar la cerveza sea muy divertido, incluso toda una botella (en especial toda una botella, dudo que alguien sea capaz de apreciar esto solo con una muestra de cata) porque nunca se vuelve demasiado bochinchera.

No hay vuelta que darle, Černé Cucu es una gran cerveza de pies a cabeza. ¿Valió el precio? Si, sin duda. No me arrepiento de haberla comprado. ¿La volvería a comprar? Sí, puede ser, me imagino comprando otra botella con el ánimo adecuado. ¿Ha cambiado mi opinión sobre las cervezas caras? No. Mi limitado tiempo y mis actuales hábitos de consumo me han llevado a priorizar la certeza sobre cualquier otra cosa, lo cual me ha convertido en un consumidor conservador, y la verdad es que de haber notado antes el precio, probablemente no habría comprado esta cerveza. Sí, me habría perdido algo sobresaliente, pero de eso hay bastante, y bastante más barato, como para preocuparme.

De todos modos, si la encuentran, anímensele.

Na Zdraví!

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