El primer Prague Beer Week tuvo lugar entre el 3 y el 9 de octubre con una serie de eventos en varios puntos de la ciudad que tenían a la cerveza (o craft pivo, como decía su nota de prensa, en fin) como su único, y algo endeble, punto en común. Culminó el fin de semana con el Grand Finále, un festival de cata en Kulturní Sportovna, en Smíchov; el único de los eventos al que asistí, el viernes.
(Aclaración: me dieron una acreditación de prensa, no tuve que pagar la entrada de 100 CZK, recibí 5 fichas y la copa sin tener que pagar el depósito. Para ser sincero, no habría asistido de otro modo. No aficionado a las catas—prefiero tomar—y, en principal, porque estoy en contra de tener que pagar para entrar a un lugar a comprar cerveza.)
Kulturní Sportovna es un viejo depósito al lado de la terminal de autobuses Na Knížecí, que ha sido restaurado lo mínimo indispensable para hacerlo funcional. El espacio perfecto para este tipo de evento: acogedor, rústico, nada pomposo y con una ligera onda de taberna rural; sin duda, mucho más agradable que un hotel de lujo, un palacio o un centro de exposiciones.
A la izquierda de la entrada estaba el bar permanente del lugar y frente a este habían instalado un bar móvil que preparaba cócteles con cerveza. Entre ellos había un espacio prácticamente vacío. La comida era provista por un food truck estacionado afuera, al lado de la entrada. Las cervezas checas eran dispensadas en un bar largo en forma de U instalado detrás de una columna en el medio del salón, mientas que las importadas podían encontrarse en el sótano.
No soy la audiencia de este tipo de eventos así que no puedo evaluar el ambiente con justicia. La música no me gustó mucho (mi problema), pero la tenían a un volumen moderado y no hacía falta gritar para mantener una conversación con la persona de al lado.
Todo daba la impresión de estar muy profesionalmente organizado. Había bastante lugar para sentarse, con mesas dispuestas alrededor de los grifos con cerveza checa, y algunas más, abajo. Había también un par de tanques con agua para enjuagar la copa oficial del festival, una Teku (que me parece muy fea y para degustar no es mejor, ni peor, que prácticamente cualquier otro tipo de vaso o copa de vidrio; pero está de moda y tiene un tallo alto que la hace automáticamente pituca). En la entrada entregaban tarjetas con una lista de todas las cervezas disponibles, indicando sus estilos, Plato y contenido alcohólico; muy útil para poder elegir las cervezas, en lugar de darle la vuelta al bar.
Todo parecía estar funcionando muy bien, al menos durante el par de horas que pasé el viernes. El único detalle a objetar fue la falta de agua para enjuagar el paladar entre las muestras. Jarras en las mesas o al menos una fuente habrían estado muy bien, en especial teniendo en cuenta que muchas de las cervezas eran de sabores muy intensos.
La selección de cervezas era excelente: 45 cervezas de 15 cervecerías/marcas (10 domésticas, 5 importadas), con la suficiente variedad para dejar contento a cualquiera. Había Lagers rubias y oscuras, una Weizenbock, Pale Ales y Stouts de varias convicciones, hasta agrias.
Como tomar una muestra de cata de una cerveza de sesión es un derroche de tiempo, y cerveza, opté por los pesos más pesados. Las cervezas checas que tomé—No Idols DIPA de Clock, Asfalt de Zhůřák, Superfly India Saison de Falkon, Morion Stout de Albrecht, Weizenbock de Zichovecký, Russian Imperial Stout de Permon, Sweet Jesus de Sibeeria—estuvieron todas de muy buenas a excelentes; aunque quizás servidas demasiado frías, en especial las Stouts. La única nota discordante fue High Diver, una IPA elaborada por Next Level Brewing, de Alemania, que me pareció horrible. A las demás cervezas importadas no les dí pelota. Costaban dos fichas; demasiado caro para algo de lo cual no tenía ninguna referencia. Lo que me lleva lo único que me molestó:
El precio.
Las fichas costaban 35 CZK y cada una alcanzaba para una muestra de cerveza checa. Si bien el tamaño de las muestras parecía estar a criterio del grifero, la mayoría de las que tomé eran de 0,2l. Eso equivale a casi 90 CZK por medio litro. Exagerado; y hasta ridículo para algunas de las cervezas. Es bastante más de lo que cuesta una Matuška o Falkon (dos de las marcas más caras del país) en boliches como BeerGeek o Zlý Časy, que además no te cobran 100 CZK para entrar. 25 CZK, aunque aún lejos de ser barato, habría sido razonable. En serio, por ese precio por volumen podés comprar en no pocos bares de la ciudad un litro de excelentes cervezas (o craft pivo, si así las quieren llamar), un par de las cuales también disponibles en este festival.
Pero como ya dije, fue un evento muy bien puesto y los organizadores merecen los elogios, más allá de los precios. Muchas gracias por la invitación.
Na Zdraví!
(Aclaración: me dieron una acreditación de prensa, no tuve que pagar la entrada de 100 CZK, recibí 5 fichas y la copa sin tener que pagar el depósito. Para ser sincero, no habría asistido de otro modo. No aficionado a las catas—prefiero tomar—y, en principal, porque estoy en contra de tener que pagar para entrar a un lugar a comprar cerveza.)
Kulturní Sportovna es un viejo depósito al lado de la terminal de autobuses Na Knížecí, que ha sido restaurado lo mínimo indispensable para hacerlo funcional. El espacio perfecto para este tipo de evento: acogedor, rústico, nada pomposo y con una ligera onda de taberna rural; sin duda, mucho más agradable que un hotel de lujo, un palacio o un centro de exposiciones.
A la izquierda de la entrada estaba el bar permanente del lugar y frente a este habían instalado un bar móvil que preparaba cócteles con cerveza. Entre ellos había un espacio prácticamente vacío. La comida era provista por un food truck estacionado afuera, al lado de la entrada. Las cervezas checas eran dispensadas en un bar largo en forma de U instalado detrás de una columna en el medio del salón, mientas que las importadas podían encontrarse en el sótano.
No soy la audiencia de este tipo de eventos así que no puedo evaluar el ambiente con justicia. La música no me gustó mucho (mi problema), pero la tenían a un volumen moderado y no hacía falta gritar para mantener una conversación con la persona de al lado.
Todo daba la impresión de estar muy profesionalmente organizado. Había bastante lugar para sentarse, con mesas dispuestas alrededor de los grifos con cerveza checa, y algunas más, abajo. Había también un par de tanques con agua para enjuagar la copa oficial del festival, una Teku (que me parece muy fea y para degustar no es mejor, ni peor, que prácticamente cualquier otro tipo de vaso o copa de vidrio; pero está de moda y tiene un tallo alto que la hace automáticamente pituca). En la entrada entregaban tarjetas con una lista de todas las cervezas disponibles, indicando sus estilos, Plato y contenido alcohólico; muy útil para poder elegir las cervezas, en lugar de darle la vuelta al bar.
Todo parecía estar funcionando muy bien, al menos durante el par de horas que pasé el viernes. El único detalle a objetar fue la falta de agua para enjuagar el paladar entre las muestras. Jarras en las mesas o al menos una fuente habrían estado muy bien, en especial teniendo en cuenta que muchas de las cervezas eran de sabores muy intensos.
La selección de cervezas era excelente: 45 cervezas de 15 cervecerías/marcas (10 domésticas, 5 importadas), con la suficiente variedad para dejar contento a cualquiera. Había Lagers rubias y oscuras, una Weizenbock, Pale Ales y Stouts de varias convicciones, hasta agrias.
Como tomar una muestra de cata de una cerveza de sesión es un derroche de tiempo, y cerveza, opté por los pesos más pesados. Las cervezas checas que tomé—No Idols DIPA de Clock, Asfalt de Zhůřák, Superfly India Saison de Falkon, Morion Stout de Albrecht, Weizenbock de Zichovecký, Russian Imperial Stout de Permon, Sweet Jesus de Sibeeria—estuvieron todas de muy buenas a excelentes; aunque quizás servidas demasiado frías, en especial las Stouts. La única nota discordante fue High Diver, una IPA elaborada por Next Level Brewing, de Alemania, que me pareció horrible. A las demás cervezas importadas no les dí pelota. Costaban dos fichas; demasiado caro para algo de lo cual no tenía ninguna referencia. Lo que me lleva lo único que me molestó:
El precio.
Las fichas costaban 35 CZK y cada una alcanzaba para una muestra de cerveza checa. Si bien el tamaño de las muestras parecía estar a criterio del grifero, la mayoría de las que tomé eran de 0,2l. Eso equivale a casi 90 CZK por medio litro. Exagerado; y hasta ridículo para algunas de las cervezas. Es bastante más de lo que cuesta una Matuška o Falkon (dos de las marcas más caras del país) en boliches como BeerGeek o Zlý Časy, que además no te cobran 100 CZK para entrar. 25 CZK, aunque aún lejos de ser barato, habría sido razonable. En serio, por ese precio por volumen podés comprar en no pocos bares de la ciudad un litro de excelentes cervezas (o craft pivo, si así las quieren llamar), un par de las cuales también disponibles en este festival.
Pero como ya dije, fue un evento muy bien puesto y los organizadores merecen los elogios, más allá de los precios. Muchas gracias por la invitación.
Na Zdraví!
Se echan de menos mas post en este blog, desde España te seguimos, no desfalezcas!!
ResponderBorrarGracias por el aliento. He estado con mucho trabajo últimamente (por suerte) que no me ha dejado demasiado tiempo, ni energías, como para ponerme a escribir. Esperemos que este año la cosa cambie.
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