Televisores en pubs. No son el santo de mi devoción. Los puedo tolerar cuando están sin sonido (uno puede ignorar las imágenes mejor que los sonidos, y la mayoría de los sonidos que salen de la tele es el equivalente acústico del efecto que una intoxicación alimentaria tiene en tus tripas) pero no demasiado. Y sin embargo, a veces que una tele encendida, incluso con sonido, puede ser una fuerza al servicio del bien.
El último local que visité para la segunda edición de Praga: Guía Cervecera Para Borrachines fue Starokladenský Pivovar. Era una tarde fría y lluviosa a principios de octubre; era mi primera visita en al menos cuatro años y hacía mucho que no veía las cervezas de esta micro en Praga, al menos no en los boliches que frecuento o en los que estuve durante el trabajo de campo para el libro. Tenía mucha curiosidad.
El lugar no había cambiado mucho, al menos no de una manera visible. Había pocos parroquianos a esa hora del día, y la mayoría estaba tomando Gambrinus, creo. Yo me senté al bar y pedí la desítka de la casa, ¡fantástica! Una verdadera delicia, tanto la primera como la segunda jarra.
La TV estaba en el Discovery Channel, o algo por el estilo. Un tipo se sentó al lado mío y pidió una Gambáč, justo cuando empezaba un programa—una carrera extrema en donde tres o cuatro equipos de cuatro hombres bien machos tienen que atravesar un terreno muy jodido. El tipo de programa que te hace parar el zapping una tarde aburrida de domingo, al menos por un rato.
El tipo sentado al lado mío y yo lo estábamos mirando, y él se da vuelta y con una gran sonrisa dice: “ty jsou magoři”. No podría haber estado más de acuerdo, lo cual inició la charla, un poco sobre aquellos magoři y otro poco sobre bueyes perdidos.
Fue una de esas conversaciones cortas y casuales que tienen lugar en pubs de todo el mundo, y que pueden hacer que una cerveza sea todavía más rica, ni más, ni menos.
Y a propósito, las tres cervezas que
Na Zdraví!
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