Amor a primera birra, es algo que me ha ocurrido en numerosas ocasiones. Saben de lo que hablo, entrás a un boliche por primera vez, sin saber muy bien qué esperar, pero cuando estás tomando la primera cerveza, te das cuenta que estás en el lugar correcto.
Amor a primera vista con un bar, sin embargo, eso es algo que no recuerdo que me haya pasado hasta que me tropecé con Hostinec U Tunelů hace un par de meses.
Había estado esa tarde en el Bajo Žižkov, investigando un poco para la segunda edición de La Guía Cervecera para Borrachines. Después de terminar en U Slovanské Lípy, en lugar de tomar el bondi o caminar hasta Florenc, decidí ir hasta Karlín por el túnel y luego tomar el tranvía hasta Dejvice en Sokolovská. Y allí lo encontré, tal como el nombre sugiere, justo al lado de la salida del túnel.
Había reemplazado hacía poco un bar del mismo nombre al que nunca me había sentido inclinado a visitar. Los carteles de Gambrinus que cubrían las grandes ventanas habían desaparecido, era ahora posible ver el interior, y era una belleza. Chic de Primera República por todos lados, y soy un fanático del Chic de Primera República. Gambáč también había desaparecido, reemplazada por Konrad, una cervecería regional de Bohemia del Norte que me gusta mucho.
¡Tenía que entrar! No podía resistirme. Me fijé en la hora; tenía tiempo para una birra rápida, quizás dos.
Entré. No me importó notar que no parecía haber un lugar para tomarse una na stojáka, en especial luego de ver la estufa a madera al lado del bar, con un par de cacerolas grandes y humeantes encima. ¡Sí! Estás en el lugar indicado, me dije.
Al ser un bar nuevo, a media tarde, no me sorprendió encontrarlo casi vacío, lo cual contribuyó a su encanto, es lo suficientemente pequeño como para que esa tranquilidad sea acogedora. Elegí una mesa en un rincón y le pedí una 12º a una camarera que vino tan pronto como me hube sentado.
Empecé entonces a prestarle atención a algunos detalles que hicieron que U Tunelů me guste todavía más: no había apoyavasos de cartón con el logo de Kornad, sino esos platitos gruesos de cerámica que eran la norma en los viejos tiempos; había un grifero, un tipo cuya labor principal es tirar cerveza y, seguramente, cuidarla también, al grifero tomando un jarro de vidrio grueso de medio litro (el cristal perfecto para este tipo de cerveza, y muchos otros) de una pileta llena de agua limpia y fría al lado de los grifos, y cómo llenaba ese jarro de una sola tirada.
La cerveza estaba rica, muy rica, por supuesto. Incluso antes de que me la trajesen, había decidido que no la tomaría rápido, y que no sería una. Llegaría a casa un poco más tarde de lo esperado, pero la patrona lo comprendería, estaba trabajando en el libro.
Todo iba de acuerdo al plan hasta que algo encendió una conversación con los dos alegres caballeros en la mesa vecina. Ya les conté qué es lo que suele pasar cuando alguien me pregunta de dónde soy. Lo mismo sucedió en esta ocasión, y pronto mis dos nuevos amigos insistieron en invitarme una birra cada uno.
Rehusarme habría sido de mala educación. Tampoco tuve demasiado conflicto con ello; ya casi que me había decidido a quedarme una birra más cuando pedí la segunda 12º, con una sopa para acompañarla (čočková, igual que la de mi babička, si hubiese tenido una babička checa que haga sopa de lentejas).
Terminé llegando a casa un par de horas más tarde de lo que había dicho, de muy buen humor, y muy entusiasmado con mi descubrimiento. La desaprobación de mi mujer duró hasta que empecé a preparar la cena (sin cortarme ningún dedo), mientras le contaba lo lindo que era ese boliche nuevo.
Volví a U Tunelů tan pronto como pude. Quería asegurarme que mi enamoramiento no era más que el resultado de las gafas cerveceras (había tomado ya cinco birras antes de aquella primera visita). No lo fue, el lugar es genial de cabo a rabo. Y es muy popular con los habitantes de las oficinas cercanas (no es de extrañarse, el limitado menú del día es tipo BBB, y lo mismo podría decirse de los platos para acompañar las cervezas, y el servicio es muy bueno también. He ido varias veces más (¡una vez hasta con la patrona!) y mi primera impresión se ha reforzado con cada visita. Este es un boliche bien hecho: de minimalismo cervecero, sin pretensiones, siguiendo la tendencia actual de ofrecer buena comida preparada con ingredientes frescos y de calidad, se siente clásico y creativo al mismo tiempo, además de ser increíblemente acogedor. Difícilmente se puede pedir más.
Na Zdraví!
Hostinec U Tunelů
50.0905706N, 14.4531067E
Thamová 1 – Praga 8-Karlín
+420 224 815 801 - utunelu@utunelu.cz
Lun-Sáb: 11-23
Metro B; Tranvías 3, 8 - Křižíková
Buena pinta. Anotado queda.
ResponderBorrarSaludos,
Torpedo
No sabes cómo te envidio por tener acceso cómodo a esos sitios...
ResponderBorrarEn España se echan de menos. Si ya son escasos en las grandes urbes, imagina en las pequeñas...
Escasos? Yo no conozco ninguno. Comida buena y económica y tres o cuatro cervezas de barril buenas y baratas? Por lo menos en mi entorno eso no existe.
BorrarSaludos,
Torpedo