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El Desafío del Tranvía (3): Chotkový Sady - Hlavní Nádraží - Strossmayerovo nám.


No sé para qué me puse la campera, me la tengo que volver a sacar antes de llegar a la parada Chotkový sady; es increíble lo mucho que ha cambiado el tiempo.

Acaba de llegar un tranvía a la parada. Podría agarrarlo. Empiezo a caminar un poco más rápido, hasta estiro el brazo esperando que el conductor me vea y espere un poquito. Pero no. Las puertas se me cierran casi en la cara y el tranvía se va. Voy a tener que esperar a otro. ¡Mirá! ¡Ya llegó uno! Antes de que pueda terminar de escribir esta oración.

Es el 5 y mi siguiente destino es Hlavní Nádraží. La estación es, por supuesto, donde voy a tomar la siguiente birra.

Paso por en frente de Potrefená Husa sin siquiera bajar un cambio. Por un, efímero, momento se me ocurre subir a Fantová Kavárna, que reabrió el verano pasado después de varios años después de varios años y amplias reformas. Pero sigo hasta el final de hall, hasta Krušovická Šalanda.

Adentro es muy cadenoso; lo cual no sorprende a nadie. Pero de algún modo encaja en el ecosistema de una estación de tren, en donde los parroquianos son más que nada transitorios. Pero hay algo de onda, gracias, en gran parte, al grupo de metaleros que se apropiaron de la pecera para fumadores. La mayoría está tomando cerveza, pero despacio, tranqui; no como se podría esperar del estereotipo.

A menudo decimos que la cerveza junta a la gente y sin embargo, dudo que a la mayoría del grupo le estén prestando más atención a la cerveza que están tomando que a las sillas en donde están sentados. Es la música lo que los ha juntado. ¿La música junta a la gente? ¿La comida? ¿El porno alemán con enanos? No, es la gente que junta a la gente. Tendemos a gravitar hacia aquellos con tenemos intereses comunes porque sabemos que vamos a tener algo fácil y seguro de qué hablar, y más interesante que el tiempo. Estoy convencido que la mayoría de la gente se siente incómoda si no tienen nada que decir cuando están en compañía de otros, como si le tuviesen miedo a su propio silencio, o a la pregunta “¿estás bien?”. Quizás sea por eso que es tan habitual ver grupos entrando juntos a un bar, restaurante o café, sólo para meter la geta en sus teléfonos tan pronto como tienen los culos en la silla, sino antes.

El servicio es rápido y simpático. La cerveza, por otro lado, está demasiado fría; sospechosamente fría, aunque no parece tener nada de malo una que toma temperatura hacia el final, y pido otra para estar seguro.

Me está gustando acá. Hay un lindo bochinchito y hasta la música, la típica playlist de radio pop compuesta en su mayoría por one-hit wonders de hace un par de décadas, no me molesta. Los precios también están sorprendentemente dentro de lo razonable. No es un lugar al que vendría deliberadamente, pero está lo suficientemente bien para llegar a la estación una birra más temprano la próxima vez que tenga que tomar el tren.

Una cosa que noto cuando pago con tarjeta, y no por primera vez: la camarera muy rápidamente saltea la pantalla que sugiere una propina antes de pasarme la terminal para que apoye la tarjeta y se va con una sonrisa tan pronto la transacción es autorizada; y no creo que espere que deje plata en la mesa, hablé con ella en checo todo el tiempo. Me pregunto que dirían sobre esto aquellos que se escandalizaron con un comentario que hice hace unos años sobre las propinas.

Tengo 50% de probabilidades de terminar en una parada sin ningún boliche cerca. Eso no está bien y es algo que no tuve en cuenta al empezar este juego y me pregunto cuántas paradas así hay. Pero tengo suerte, no me voy a tener que preocupar de eso hoy, el 26 que me va a llevar a Strossmayerovo nám. está llegando.

El viaje es corto pero con algo de entretenimiento a bordo. La mujer sentada en el asiento de adelante al mío es compartiendo con alguien en el teléfono (y con todos los demás en el tranvía, parece) las vicisitudes de un polvito que se echó, pero después de la chanchada, y cuando el amor de su noche empezó a ocuparle toda la cama. Tengo ganas de decir algo, pero antes de poder hacerlo, me tengo que bajar.

Recorrí este barrio bastante durante el trabajo de campo para la Guía Cervecera para Borrachines, lo cual me ha dejado escaso en opciones, si voy a seguir al pié de la letra las reglas de este juego. Me detengo por un rato y me acuerdo de ese bar a la vuelta de la esquina. Creo que ahí es donde me está esperando la siguiente cerveza.

¡Aha! No está a la vuelta de esta esquina, sino de la otra, en Fárskeho; una pequeña falla en mi GPS mental. Y helo allí, U Divadla.

Es tan bolichonoso como el otro era cadenoso. No se ha reparado mucho en la decoración, o, mejor dicho, a nadie cobró un montón de guita para convencer a un grupo de ejecutivos que este es el tono correcto de beige para las mesas.

Los últimos miembros del público del almuerzo están vaciando sus platos y sus copas, pero una parte del pub sigue sin fumar. Ahí es dond eme siento, en un lugar con buena vista al bar.

Pido Gambáč y al mozo/grifero no parece importarle que no voy a comer nada. La cerveza viene rápido y sabe fresca y bien tirada. Es toda la atención que me hace falta prestarle. ¡Ah! La belleza de tomar una cerveza que conocés bien, una vez que se ha determinado que está en buenas condiciones, te podés dedicar a algo más estimulante como la compañía, que en mi caso es Galilee. Estoy en las últimas páginas, y ha mejorado un tanto luego de que la historia empezó a enfocarse un poco más en los Barbarrosa y menos en los Geary. Me había olvidado casi todo del final, que es abierto (me acuerdo que Cliver Barker mencionó en una entrevista una segunda parte, pero nunca más oí de ella), y me gusta más por ello. A veces, está quedarse con algunas preguntas sin respuesta.

El mozo/grifero me mira desde el bar justo cuando apoyo el jarro vacío en la mesa. Me muestra el pulgar y yo asiento. El intercambio no verbal resulta, por supuesto, en un segundo jarro para reemplazar el vacío, el cual a su vez será seguido de un tercero un rato más tarde. He decidido que quiero terminar el libro, y me gusta acá. Esta es una buena hospoda (tal como hospody con una mesa para štamgasty suelen ser), una en donde me siento cómodo y que incluso en las primeras horas de la tarde tiene una linda onda de rrioba. Tengo que volver algún día.

Pero la última página ha sido leída y la última birra ha sido bebida. Es hora de partir y ver a dónde me va a llevar DPP ahora.

Na Zdraví!

Krušovická Šalanda
50°5'0.799"N, 14°26'3.023"E
Hlavní nádraží – Praha-Vinohrady
+420 774 439 430 – 157.salanda@autogrill.net
Lun-Dom desde las 7

U Divadla
50°5'58.975"N, 14°26'7.813"E
Pplk. Sochora 9 – Praha-Holešovice
+420 774 713 141 – udivadla@gmail.com
Lun-Vie: 10-23, Sáb-Dom: 11-23

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