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Cómo Viví World Beer Idol


Estaba en Hradčanská en una fría mañana de verano, demasiado temprano, esperando al minibus que nos llevaría a Zichovecký pivovar y todavía no estaba del todo seguro que podía esperar de World Beer Idol, mi primera experiencia como juez en un concurso cervecero. ¿Sería capaz de hacer un buen laburo? ¿Iba a ser todo tan solemne como me temía?

El viaje a Zichovec transcurrió sin más; pasé la mayor parte del tiempo charlando con Chris Baerwaldt, de Pivovar Zhůřák, y llegamos al brewpub que sería el escenario del evento a eso de las 9.

La cosa no tardó demasiado en arranchar. Jakub Veselý, el organizador, dividió a los jueces en tres grupos. El mío era bastante internacional: dos checos, un francés, un Australiano, un Yanki y yo. Nos entregaron las planillas para las puntuaciones y nos explicaron cómo las teníamos que completar. Las cervezas iban a ser calificadas según apariencia (15 puntos), aroma (30 puntos), sabor y sensación en boca (30 puntos) y estilo (25 puntos).

Nunca había asignado puntajes a una cerveza, jamás. Siempre lo había visto como algo carente de propósito. Al principio, la falta de una referencia tangible y objetiva me incomodó; ¿qué es la perfección en [insertar estilo/categoría]? Teníamos la guía de estilos, me iba a tener que alcanzar con eso. Y conocía lo suficientemente bien las categorías para las que me había anotado como para ser capaz de hacer una evaluación justa.

No me tomó demasiado empezar a sentirme cómodo con la idea de los puntos para los diferentes aspectos de cada cerveza; ayudó que la primera categoría que nuestro grupo evalúo fue German Pils. Rápidamente comprendí que no debía comparar a las cervezas una con otra—como hago en la vida real—sino evaluarlas según las requisitos de las características de cada categoría. En caso duda, prefería errar hacia la generosidad. Pero sería también estricto y hasta implacable si una muestra así lo merecía. Lo único que no dejó de molestarme fue darle una baja calificación a una cerveza de otro modo excelente porque algo en ella estaba fuera de los parámetros de la categoría—no era fiel al estilo—pero tales eran las reglas y había que respetarlas.

Habrían otras tres rondas en la sesión matutina, y para el mediodía habíamos calificado un total de 20 muestras en 10 categorías: German Pils, Imperial Pilsner, Dopplebock/Eisbock, Smoked Lager, German Hefe-Weizen, Dunkelweizen, Weizenbock, Porter, Extra Stout, e Imperial Stout (para algunas de las categorías había una sola muestra y las encontré más fácil de evaluar).

La sesión vespertina fue de tres rondas. Nuestra mesa evaluó APA e IPA (que, para ser sinceros, fueron en general bastante pobres; solo dos de las cervezas podrían ser consideradas decentes, en el mejor de los casos). Y la tercera, Radler, fue evaluada por los tres grupos (y la verdad, uno de los Radlers estaba muy bueno).

Tenía miedo que todo fuese muy serio y aburrido. No lo fue. Nos tomamos el trabajo muy en serio (al menos yo lo hice), pero no hubo nada de esa solemnidad tipo tribunal. Hablamos bastante entre nosotros, compartiendo nuestras opiniones sobre las muestras—más que nada entre ronda y ronda—pero no discutimos los puntajes. En general, la onda no fue muy diferente a la de un festival; temprano, cuando nadie está en pedo todavía. Fue muy entretenido, la verdad.

Lo que más me sorprendió, y no gratamente, fue la paupérrima calidad de algunas de las muestras. No puedo entender cómo un elaborador profesional con una mota de amor propio puede enviar voluntariamente a un concurso una cerveza que es una mierda objetiva (aunque, por otro lado, hay elaboradores profesionales que venden mierda objetiva, no sé que es lo que me sorprende).

Pero la fiesta no había terminado aun. Faltaba elegir a la mejor cerveza del concurso, el verdadero World Beer Idol.

Para la final se formó un panel con siete jueces. Fui elegido entre ellos, lo cual fue para mí algo totalmente inesperado (y halagador, hay que decir).

El procedimiento en este caso fue diferente. Nos trajeron muestras de seis categorías, una por categoría; supongo, las que recibieron los puntajes más altos: Helles, Witbier, Dopplebock/Eisbock, Bière de Garde, Oud Bruin, y Smoked Lager. El ganador no sería elegido por puntaje, sino por eliminación. Luego de catar cada una de las muestras, se decidió cuál sería eliminada, una por una; todo por consenso, hasta que llegamos a las últimas dos: Dopplebock y Bière de Garde. Aquí no nos fue posible coincidir, así que votamos y la segunda ganó por una mano levantada. Yo había votado por la Dopplebock (había sido mi favorita de la sesión matutina), pero solo por una cuestión de gusto personal; la Bière de Garde era una cerveza excepcional y, sin dudas, un justo ganador.

No se nos divulgó las identidades de las cervecerías participantes, y los ganadores serán oficialmente anunciados en unos días.

Gente con más experiencia en este tipo de cosas que yo (que eran todos, creo) elogiaron a la organización. Hubieron un par de traspiés, y algunas cosas para mejorar, pero nada grave; todo funcionó bastante bien. En lo personal, la experiencia fue mucho más agradable de lo que había esperado. No cambió mi opinión sobre la relevancia de los concursos para el consumidor—es más, hasta diría que la reforzó—pero debo confesar que no me molestaría repetirla algún día.

Una vez terminada la seria labor de catar y juzgar, llegó el momento de la seria labor de tomar las cervezas de la casa.

No tenía ninguna referencia de Zichovecký pivovar (de hecho, ignoraba su existencia), pero debo decir que las cervezas que elaboran van de lo muy bueno a lo sobresaliente (la IPA era quizás la más floja, pero aun así bastante buena para los estándares checos), al igual que la comida, el servicio y el lugar en general. Podría decirse que fue una agradable recompensa: poder conocer una cervecería que de otro modo dudo me hubiese tomado la molestia en visitar (está a un par de cuadras del medio de la nada, entre Slaný y Žatec) (ACLARACIÓN: no pagamos por las cervezas que consumimos, ni por el almuerzo).

El minibus de vuelta a Praga nos pasó a buscar a eso de las seis. Todos estábamos de muy, muy buen humor. La mayoría terminó en BeerGeek para seguir bebiendo. Yo me bajé en Hradčanská dejé Honza Šuráň y Pavel Borowiec me convenciesen de ir a tomar un par de birras con ellos, antes de ir a casa.

Difícil lo mío.

Na Zdraví!

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