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Anécdota de borrachos

Hasta cierto punto, los amantes de la cerveza checa no tenemos demasiado de donde elegir en lo que respecta a estilos, pero si estamos hablando de lagers de buena calidad, y en especial de cervezas de sesión, no podemos quejarnos. Es más, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los países, las "buenas cervezas" son muchas veces más baratas que las de las grandes marcas. Es por ello que a veces cuesta creer que haya tanta gente que siga tomando Gambrinus o Staropramen. Es fácil caer en la tentación de pensar que son todos unos tarados.

Tengo que confesar que en algún momento pensé así. Hasta hace más o menos dos años:

Un miércoles me junté a almorzar con mi amigo Mark, fuimos a Kralovství. Justo antes de encontrarnos los dos habíamos recibido la noticia que nuestros compromisos para el resto del día habían sido cancelados. El almuerzo, entonces, se extendió en tiempo y cerveza Černá Hora. Como los dos estábamos de buen humor, Mark sugirió que tomemos un chupito de algo para cerrar el encuentro. Le preguntamos a la camarera y nos dijo que tenía slivovice casero...

Tres chupitos y un par de cervezas más tarde, salimos de ese agradable restaurant de Žižkov caminando en pronunciada falsa escuadra. En camino a la calle Seifertová, Mark confesó que debía atender un urgente llamado de la naturaleza. Recordé que estábamos cerca de U Pižďucha, una hospůdka que en ese entonces vendía Staropramen, Svijany y Regent. Hacia allí fuimos.

Se trataba de un antro de perdición, pequeño, lleno de humo y de gente, donde ya a las cuatro de la tarde el que no estaba borracho se encontraba bien encaminado a estarlo. Encajamos de maravilla.

Pedimos una Svijany y una Regent y nos pusimos a hablar con la gente que compartía la mesa. Todos estaban tomando Staropramen. Cual pastor evangelista de canal de cable berreta empecé con el sermón. Acusé a todos de ser unos tarados. Les dije que no estaban tomando cerveza checa, sino brasileña y blandiendo mi půl litr de Máz como un talismás místico apelé a su sentido nacionalista y a su bolsillo. Cuando nos fuimos, varios habían visto la luz y los vasos con el logo de la cervecera de Smíchov ya no eran tantos.

Unas cervezas más tarde y en aun más pronunciada falsa escuadra nos despedimos de nuestros nuevos amigos para emprender el largo camino a casa. Mark se tomó un taxi, yo un tranvía. En el viaje me encuentro con uno de los borrachines con quien habíamos compartido tan buen momento. Arrastrando las palabras me confiesa que yo tenía razón, que Starpramen era una porquería, pero que él hace ya 30 años que la tomaba y era parte de su vida.

En ese momento, y por motivos más que evidentes, no estaba en condiciones de comprender tal verdad. Meses más tarde, durante la presentación en Pivovarský Klub de Chodovar, el dueño contaba de cómo, luego de la caída del Comunismo y la liberación del mercado, las que hoy son las grandes marcas aprovecharon la situación para expandirse de manera brutal. Tenían una ventaja enorme, podían garantizar la calidad de su producto. Muchas de las regionales no estaban en condiciones de hacerlo. Durante los 40 años anteriores casi no se habían realizado en ellas inversiones en mantenimiento o modernización de equipos. La gente se acostumbró a tomar las marcas que lamentablemente hoy siguen gozando de enorme popularidad sin darse cuenta de la degradación de su calidad con el paso del tiempo.

Hoy, las regionales y las micros están de a poco ganando más mercado, pero no la tienen fácil. Yo ya no pienso que el que toma Gambáč o Starouš es un tarado, el ser humano es un animal de costumbres y en tanto la cerveza se siga viendo como un producto genérico, no va a ser fácil que cambie.

Na Zdraví!

Comentarios

  1. Hola

    Lo re entiendo al tipo que te cruzaste en el tranvia y tambien te entiendo a vos , si hasta a mi me ha pasado que en paris en algun restaurant argentino pido un fernet con coca y luego una quilmes y de eso fue hace un anio.
    O si voy algun negocio donde venden la Q me compro una botellita , nostalgia sera , che !! que se yo y si hay un tango de fondo ni te cuento .


    saludos


    omar

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  2. JA! Tengo un amigo argentino acá que importa carne, yerba y otros productos argentinos y latinoamericanos. Trajo hace unos años unas Quilmes, se las tuvo que meter en el orto porque no se las quiso comprar nadie, ni siquiera los pocos argentos que acá vivimos :)

    Para nostalgia, dame dulce de leche y alfajores (bizcochitos de grasa no estarían mal tampoco).

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  3. Por aquí tampoco tiene mucho éxito Quilmes, por eso de que no sabe a nada. No obstante, casi la prefiero a Quilmes Red Lager, Bock y Stout, que directamente sabían mal.

    Espero que la yerba de tu amigo sí que tuviese más éxito, yo no estoy seguro de poder vivir ahora mismo sin mi bolsa de Rosamonte.

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  4. Salvando las distancias, creo que todos en algún momento hemos pasado por fases cerveceras de esas. Algunas veces las costumbres nos pierden y somos capaces de tomar cervezas de una calidad inferior a muchas otras sólo por el hecho de ser nuestra cerveza de toda la vida. Pero y que le vamos a hacer? Como dice Max, somos animales de costumbres...

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  5. Saludos, señor filósofo.
    Ya está lista la 21ª Ronda, invitamos recién comenzado el mes desde Hipos Urinatum:
    http://hiposurinatum.blogspot.com/2010/02/la-ronda-21-alabanzas-apresuradas.html

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  6. Pues eso es lo que me ocurre con la Pilsner Urquel,fue la primera cerveza de importación que tomé y ahora que hay muchos sitios donde compro otras,siempre cojo algunas Pilsner, como a mi mujer, le tengo amor eterno.

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